Algunas veces María tiene puesta música de fondo en su bar. La inmensa mayoría de ella son canciones en español, algunas en otros idiomas y, de vez en cuando, temas donde solamente se escucha una música que no necesita letra. No hay publicidad entre canción y canción, no dan noticias a las horas en punto, no dicen el nombre de la emisora... son canciones que ella se ha ido bajando poco a poco y guardándolas para después ponerlas aqui, en el bar, y que nos acompañen tímidamente, un poco en la distancia, sin que entorpezcan las charlas entre los amigos.
Hoy, un viento frío que venía del mar ha estropeado un poco la tarde y ha hecho que las pocas personas que estaban sentadas en la puerta del bar se marchasen o buscasen el refugio y el calor del interior del local. Y asi han entrado Lola y su marido Juan, dos amigos de toda la vida que siendo niños ya buscaban jugar juntos, hacer los deberes juntos... Llevan casados más de media vida pero en su casa nunca se escuchó la risa o el llanto de un niño. En el hospital sí, en el hospital Lola escuchó a su hijo llorar cuando nació, pero a las pocas horas una enfermera les dijo que el crío había muerto. Unas simples horas durante las que fueron padres. Al día siguiente regresaron al pueblo hundidos, detrás de un coche fúnebre que traía al cementerio una cajita tan blanca como pequeña y ligera.
A María siempre le gustaron las canciones de Carlos Cano, el cantautor andaluz que recuperó tantas cosas para su pueblo y que un mal día nos dejó a los andaluces sin nuestro mejor cantautor, y ha sido una canción de Carlos Cano la que ha arrancado algunas lágrimas de los ojos de Lola.
-Nunca volví a ver a mi hijo después de que se lo llevase aquella enfermera farero, ellos dijeron que estaba muerto y yo lo di por muerto, sin más. Ahora, oyendo tantas historias en todas partes me he preguntado mil veces si mi hijo no sería uno de esos niños robados, si estará vivo llamando madre a una mujer que no es su madre... ¿Quién me asegura que aquella cajita que hace casi 30 años enterramos no estaba vacía?
Intenta María consolarla, convencerla de que son casos aislados, de que, en todo caso, ya nada tiene arreglo y que posiblemente lo mejor sea no darle vueltas a cosas que solamente hacen daño cada vez que las recordamos.
Acariciaba Juan las manos de Lola, la abrazaba, terminaba Carlos Cano su tango de las madres locas y yo, ahora, en la soledad del faro, me pregunto si esta España nuestra no tuvo y tiene también su propio tango de las madres locas.
El viejo farero.
(Podéis detener la música del blog al final de la página y después ver este vídeo.)