24 abril 2009

Por favor, ¿la iglesia?

Sentado al fresco, en una de las mesas que María pone a la puerta de su bar, el cura estaba hoy exultante. Me he sentado lo más alejado que he podido, pero el cura hoy tiene ganas de contar a todo el pueblo sus logros, contarnos que este año, la virgen, sacará un lazo blanco en su palio, en protesta por la ley del aborto, y, desde esa corta distancia que nos separa, me ha preguntado que si había visto las señales que el ayuntamiento ha puesto para indicar a quienes vienen de fuera el camino hasta la iglesia. Niego con la cabeza y, antes que me explique donde las han colocado le digo que tampoco tengo mucho interés en verlas. –Yo sé donde está la iglesia, cura, no me hacen falta indicadores. Y el hombre vestido de negro me dice que no se nota, que no se me ve nunca por la casa de Dios… y antes de que responda al representante de ese dios María se cruza. –Pero padre, el pueblo es pequeño y la iglesia grande, que su torre se ve casi desde todas partes, ¿Para qué hace falta poner letreros señalando el camino?

-La gente, María, tiene que saber donde está la iglesia, por eso los indicadores, y deben saber que la iglesia está con la vida, por eso el lazo blanco que este año llevará la Virgen.
- ¿Saber donde está la iglesia? Esos indicadores teníais que haberlos puesto cuando asaltaron el Congreso, cuando nos metieron en la guerra de Irak, cuando matan a una mujer tras otra, cuando se hunde una patera, cuando cierran empresas… Entonces es cuando la gente se pregunta donde está la iglesia.

Me voy dentro, a solas con María, y dejo fuera al cura vendiendo a los demás su salvación, sus buenas obras, su ayuda infinita a los pobres. –Vas a ir al infierno, farero- me dice María sonriendo.

He de regresar al faro, y en la plaza Chica unos turistas despistados me paran.

-Por favor… ¿La iglesia?

- ¿La iglesia? Si, la primera a la derecha.

El viejo farero.

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