24 abril 2009

El mapa de un tesoro.

Jugaban las olas con la playa, primero una de ellas le dejaba la botella y, segundos después, otra ola juguetona venía, se la quitaba, y se volvía al mar riéndose, con la botella entre sus espumas. Parece que ha sido una ola seria, una ola sin ganas de jugar, la que la ha lanzado con todas sus fuerzas lejos, a donde las demás no pueden llegar, y ahí se ha quedado la pobre botella, mirando de reojos al mar, esperando seguir formando parte del juego.

Me he acercado con la intención de devolverla al carrusel de olas, pero al cogerla he visto que tiene un papel dentro, un mensaje. Me he puesto nervioso, siempre he soñado con recibir un mensaje dentro de una botella. La he abierto y he encontrado un mapa y una explicación de un camino a seguir. Se ha dibujado en mi cara una sonrisa ingenua, nerviosa, como la de los niños cuando en la madrugada de Reyes abren el primer regalo.

Quiere la botella seguir siendo mecida por el mar y la lanzo más allá de donde rompen las olas, y me siento en una piedra y, después de ver el mapa, comienzo a leer lo que alguien escribió:

“No tengas prisa en este recorrido ni miedo a perderte alguna vez, no quieras acortar camino por senderos. Este mapa te llevará a un tesoro.
Tienes que bajar la gran pendiente, pasa lentamente entre los dos montes coronados por dulces cimas, míralos, escálalos, primero uno, después el otro… baja al valle que forman y aléjate de ellos hacia el sur, siempre hacia el sur.

Deja tu rastro por el camino que llega a la gran planicie, recórrela de este a oeste, de sur a norte y de norte a sur, corre por ella como un niño lo hace por un prado, detente a beber en el pequeño pozo que hay en su centro, y después sigue hacia el sur. Juega en el pequeño bosque que cubre una leve colina, adéntrate y piérdete en él una y otra vez, después prosigue tu camino hacia el sur.

Busca la gruta que llega a las entrañas de la tierra, llama a su entrada, muchas veces secreta, escondida, la magia te está esperando. Siente como se abre cual cueva de Aladino, siente su humedad, su calor… te une al centro de la tierra, a la fuente de la vida… Entra, déjate envolver por ella… Y cuando salgas, sigue el rastro que dejaste desde los montes del norte hasta la gruta del sur… y descansa, duerme en la planicie, junto al pozo pequeño que hay en su centro. Reposa tu cabeza sobre tu tesoro.”

El viejo farero.

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